Parecía inofensiva en su blancura,
llegó fácil y casi sin esperarla,
se posó en mi regazo sin sentirla,
la mire, y me sentí su esclava.
Y eras tú, en tu sonrisa,
y eras tú, en tus palabras,
era una imagen de un tiempo,
era un recuerdo sin habla.
Y es que deseamos todo,
o no sabemos que es nada,
o sabemos sin querer,
o ansiamos nuestra ansia.
Y cae la lágrima roja,
la que al infierno nos manda,
la que llora sin lamentos,
la que quema la esperanza.
Y miramos sin saber,
si ver está en la mirada,
o es un tacto de dos seres,
que se pierden en su trampa.
Y reclamamos al cielo
y al universo su gracia,
rogándole a cada instante,
que nos retorne su magia.
Pero se rompió el hechizo,
con que su mirar besaba,
y perdimos su destino,
en una caricia vana.
Y aquel blanco que vivimos,
ya no nos cobija al alba,
quedó clavado al recuerdo,
si olvidamos, demos gracias.
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