El alma en las estrellas

kometa21

-¿Dónde están las estrellas?

-Donde tú las veas

-¿Por qué?

-Porque aquello que deseas tocar y no puedes está en todas partes, donde tú imagines, donde tu corazón quiera guardarlo.

-¿Y tú donde tienes el corazón?

-En todas partes, en ti, en tu madre, tus hermanos, en los que quiero…

-¿Y caben todos?

-En el corazón cabe todo lo que tú quieras querer y amar, lo que quieras sentir, lo que quieras dar y recibir.

Paseaban por la playa, era un día de invierno, el sol brillaba y la brisa aunque fría era suave, ella se aferraba fuerte a su mano y no dejaba de hacer preguntas, con sus grandes ojos de niña abiertos a un mundo que la empujaba a preguntar y preguntar, él sonreía y balanceaba su mano, meciéndola, como aquellas olas suaves a las que nadie había echado una moneda para que se batieran más.

-¿Y las olas son siempre distintas?

-Sí, como tú cada vez que las miras, eres distinta, tu mirada cambia, tu sonrisa es otra…

-¿Es siempre todo distinto?

-Siempre no… pero todo cambia, tú te haces mayor y yo también, hoy hace sol y ayer… ayer no pudimos salir de lo que llovía, a ratos estamos tristes y otros alegres, si hija, todo cambia.

-¿Vamos a por los tebeos?

-Vamos

-¿Y luego una Fanta?

-Luego una Fanta

-Con aceitunas

-Con lo que tú quieras.

Una tribu de lo más raro entra por la puerta, son unos cuantos, vaqueros rotos, pantalones de cuadros, botas, camisetas imposibles y pelos aún más, son sus amigos, ella ya no hace preguntas o hace muy pocas, se rebela, contra todo y contra todos y se viste y se maquilla para gritarle al mundo que no le gusta, a él tampoco, no le gusta esa ropa, ni los laterales rapados de la cabeza, ni la música “ratonera” que escucha, pero les abre las puertas de su casa, prefiere saber quiénes son, con quien pasa el tiempo la niña que buscaba las estrellas, sigue siendo ella, ya no pregunta tanto, ahora afirma y se afirma, y no bebe Fanta, pero hay un momento que no se pierden, el que intercambian sonrisas, ahora ya no son tantos, ya no se sienta en sus rodillas, en mucho no están de acuerdo, pero siguen existiendo esos momentos cómplices y no quieren cambiarlos.

-Ya han llegado

-Lo veo, hija, lo veo.

-¿Ves? No somos tan raros. Normales. ¿Puedo irme a dormir a la viña?

-Puedes llegar cuando quieras, pero duermes en casa…

-¿Pero que más te da?

-Me da…

-Me voy

-Adeu… Nosotros también saldremos.

-Pero a dormir en casa.

Hace rato que ha amanecido, llaman al timbre, se levanta del sofá riéndose…

-¿Quién es?

-Quieres abrir la puerta, somos nosotros…

-Es muy tarde, lo siento.

-Haz el favor de abrir la puerta.

-¿Vosotros creéis que son horas de llegar?

Y sin dar tiempo añade…

-Vamos Lourdes, ya hemos dormido en casa.

Da besos, sonríe y se va.

El decorado es otro, un sofá, un salón, un mueble, la luz entrando por las ventanas, él tiene algunas canas, ella ya no lleva los pelos rapados, una melena larga, ondulada, un poco salvaje, como ella misma, sus preguntas ya no son inocentes si alguna vez lo fueron, no pide opinión, no pregunta, él dice lo que piensa, como siempre, en eso son iguales, no pretende que ella lo acepte o lo haga, sabe que es imposible obligarla o imponerle algo, pero le gusta discutirlo, hablarlo y escuchar, al menos en ese instante.

-Yo no lo haría, sois muy distintos, no digo que no os queráis pero…

-Lo sé, pero lo quiero así, yo me adapto a todo, y allí ya encontraré algo.

-Pero aquí haces lo que te gusta, es una plaza fija, ¿estas segura?

-Solo hay dos opciones, hacerlo o dejarlo y yo prefiero arrepentirme de lo hecho…

-Haz lo que creas

Y siguió haciendo lo que creía, unas veces acertaba, otras no, pero siempre había un teléfono para hablar, unas palabras de apoyo, un beso o muchos, un abrazo o infinitos, caricias, consuelos, risas, carcajadas, salvavidas en el naufragio, en las celebraciones una copa de vino o de cava o más, las que fueran…

Se sentó y pensó un tiempo, un tiempo indefinido, un momento que no acaba, y miró al cielo y saltó a la noche con sus garras de gata, y le habló en un silencio susurrado…

-Es extraño.

-Lo sé.

-Te veo en todo, pero no puedo tocarte.

-Estoy.

-Lo sé, mi impaciencia y mi necesidad constante de respuestas ahora están serenas.

-No busques siempre, lucha por lo que quieres, por lo que sueñas, pero hay cosas que vienen solas.

-Como tu marcha.

-Las despedidas y los encuentros, llegan y se van, son así, ni tu ni nadie puede controlarlos.

-Entonces…

-Cierra los ojos, lo ves, puedes acariciar lo que amas con los ojos cerrados, sin verlo.

-No te vayas.

-No voy a hacerlo.

Y miró de nuevo las estrellas, estaban en todas partes, no podía oír el mar pero podía adivinar las olas llegando, aquel día alguien había echado la moneda, y buscó por los tejados sin encontrar respuesta, y de nuevo miró al cielo, y brillaba, se acurrucó en un rincón, dejó que la noche pasará y cuando miró la luz del día y se reflejó en ella volvió a verse de nuevo, era ella, allí estaba, seguiría habiendo tejado, poco a poco regresarían las palabras, solo una cosa había cambiado, un habitante más residiendo en su alma de gata.

Publicado por Nuria Barnes

Soy un cuerpo construído de poemas, de los que leí, y de los que la vida escribió en mí y yo para ti. Narro historias, porque sino escribiera me faltaría el oxígeno para vivir.

3 comentarios sobre “El alma en las estrellas

  1. Realmente era así, cada uno hemos tenido nuestros momentos, difieren por la edad, el carácter, etc.. pero en el fondo, desde su control, su lema era vive y deja vivir, eso si, mientras no vivas en casa que aquí mando yo, son tantos recuerdos……………………

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