Te amé tanto que ya no quedó espacio para otro amor,
eras cada segundo de mi aire,
tu boca se deshacía en la mía aún sin estar,
colgada de tus brazos,
inquilina morosa de esa mirada tuya.
Hubieron más guerras, más cuerpos, más sábanas derramando sudores y olores,
pero tu piel seguía cosida a la mía en un mal zurcido que dejó que te marcharan,
y me abandonó suspendida.
Y ahí sigo,
como péndulo vagando a ninguna parte.
Ya no hay bocas, ni sudores, ni siquiera fríos,
soy un cuerpo inerte estrellado en si mismo,
burlado por una marea que te mantiene en tierra seca,
y yo, yo ni siquiera dejo que el mar me bese,
me aferro a la tierra yerma que soy,
porque hay bailes que se quedan sin pasos,
y yo me quedé sin sed,
no bebo otros cuerpos y castigo al mío a un vacío sin tacto y sin mirada,
condenada a aquello que en un tiempo fue.
Debe estar conectado para enviar un comentario.